Demi Moore pudo ser como Julia Roberts. O Nicole Kidman. Seguramente habría tenido otra carrera; ganado más dinero. Tal vez un Oscar. No era lo suyo.

Antes del #MeToo, antes de Harvey Weinstein, antes de que la palabra “empoderar” se incorporara al lenguaje de (casi) todos los días; en fin, antes de la existencia de las redes sociales y de su influencia sobre lo que se dice y sobre lo que se hace, Demi Moore tenía todo claro.

Mostrar la desnudez de su embarazo de siete meses en la tapa de Vanity Fair fue un cimbronazo cultural. Hace 33 años esas cosas eran inimaginables tratándose de una estrella de Hollywood. No se hacían. Pero Annie Leibovitz (¿quien más?) sacó la foto y ya nada fue igual. En la panza de Demi, preparándose para salir, estaba Scout, el segundo de los hijos que tuvo junto a Bruce Willis. La imagen de esa Demi celestial, con la mirada clavada hacia lo alto, fue -es- una materia prima exquisita para artistas que la reinterpretaron de infinitas maneras.

¿Qué pasa con La sustancia?: furor en tucumán

Demi no fue, ni de cerca, la primera celebridad que aniquiló los moldes del star-system. Mae West compró todos esos números. Pero vaya si Demi hizo de la ruptura su marca de fábrica. ¿O alguien imaginaba hace 20 años a Julia Roberts o a Nicole Kidman rapadas, no para rodar una escena, sino para circular por la vida? El chiste de Chris Rock a la semicalvicie de Jeda Pinkett, ese que le valió la cachetada de Will Smith, tuvo sus antecedentes.

UN LOOK A SU MEDIDA. El sueño de todo paparazzi: Demi al natural.

OK, Demi aceptó mostrar todo lo suyo en “Striptease”, pero antes le pusieron más de 12 millones de dólares arriba de la mesa. O sea, se convirió en la actriz mejor pagada del mundo allá por 1996. Y aprovechó para decirle al resto, que hacía mutis por el foro al respecto: “chicas, tenemos que ganar igual que ellos. Ni un dólar menos”.

UN ENTRENAMIENTO BRUTAL. Cambió el cuerpo para “G.I. Jane”.

Demi fue y vino. Se mostró y se guardó. Se casó con un hombres 15 años más joven (Ashton Kutcher) e invitó a su ex (Willis) a la fiesta. Y a la vuelta de la historia terminó -hoy- cuidando cariñosamente al propio Bruce, ya escindido de la realidad. Demi siempre -siempre- hizo la suya. Colabora en toneladas de causas benéficas, se pelea con quien lo merece en X, al resto lo ignora. Su filmografía es un bazar: hay de todo.

La sustancia: “Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!”

Y es así que pasados los 60 le toca, quizás, el papel de su vida. Lo acepta, lo asume y deja todo en “La sustancia”. Se exprime a sí misma mientras la mitad del público la aplaude y la otra mitad la chifla. Como si le importara lo que dicen.